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El pasaje de la Ciénega de los Muertos
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El pasaje de la Ciénega de los Muertos
La Ciénaga de los Muertos brinda la oportunidad a aquellas parejas románticas o justamente todo lo contrario; a pasear en góndola en toda su extensión. Una ligera bruma con un agradable olor a azufre caramelizado invita a la delicia de los sentidos provocando cierto efecto relajante para los transeuntes. A lo largo de toda la ciénaga hay diversas agrupaciones de esqueletos músicos que se entretienen en tocar e interpretar en vivo diferentes canciones aunque hay muchas clases de amor y a veces se está con la persona inadecuada pensado en quién no se debería. ¡ Pero no pasa nada! Aquí en la ciénega hay cabida para toda clase de amores... y la música, siempre acompaña al fondo.
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Re: El pasaje de la Ciénega de los Muertos
Un cuervo negro se encontraba a una altura medio de uno de los árboles que daban comienzo a la ciénaga de los muertos, ¿dubitativo?. Sí, dudaba de todo no podía evitarlo. Lo sucedido en el Gran Comedor provocaba una hecatombe nuclear en su cabecita, empezaba a cuestionarse de que quizás y sólo quizás el tema de la pureza no era más que una tontería, una macabra obsesión aunque paradójicamente en el sótano de la mansión de los Evans hubiera centenales de distintos objetos para torturar a mestizos o sangres sucias aunque le hubieran explicado por activa y por pasiva que todos y cada uno de ellos eran unos despropósitos, que eramos demasiado superiores cómo para compartir el mismo oxígeno con los muggles, directamente estos eran una subespecie... Por ello se odiaba más a los mestizos que a otra cosa, porque eran fruto del pecado...
Pero había venido, quizás con la esperanza de que él no apareciera y con miedo. No miedo de él, sino de que por primera vez se planteaba que quizás pudiera existir un mundo del que no tuviera que avergonzarse y esconderse de cara a todos cuando estaba con él. Estaba desconcertada porque siempre le había explicado, aceptándolo ella como imperativo categórico, que la sangre de un mestizo era viscosa y deboraba poco a poco la pureza de la magia limpia, se trataba de una especie de veneno del que sólo entrar en contacto sangre limpia, la impura intentaba devorarla y llevarla a la oscuridad... Pero, ¿cuántas veces había ella tocado la sangre de él?, ¿acaso no acababa de limpiarse la sangre que se deslizó por su escote?, más aún, ¿porqué no podía evitar curarle siempre que le veía tan castigado?... Todo ello le llevaba a preguntarse que sí en lo más profundo de su cabeza, sí de verdad le importaba su sangre... Podría haberse ido tantísimas ocasiones que perdió la cuenta, de hecho él se lo escupió para apartarla y ella pese al asco iracundo se había quedado. ¿Existía una fuerza mayor acaso?, ¿siempre la hubo?, ¿nunca podría escapar de esa mortal atracción?, ¿qué ocurriría si ella quisiera escapar?, ¿sí en algún momento quisiera dejarle?, ¿debería creerle cuando le decía que no lo haría?. ¿Había perdido su último billete de escapar del monstruo? y lo más peliagudo del asunto, ¿podía ella resistirse al monstruo?, ¿acabaría consumiéndola?,¿ estaba metida en una inconsciente causa que podría acabar con ella?, ¿qué ocurriría sí se cansaba de ella?, ¿sí apareciera otra loca dispuesta a soñar con él?...Todas y cada una de sus advertencias retumbaron en la cabeza de la chica, "Soy un psicópata Evans" y mira que fue avisada.
Ahí estaba dudando, no atreviéndose a plantarse con su forma humana con la certeza de que fuera menos vergonzoso sí no aparecía y con la franqueza de que sí lo hacía sellaría inevitablemente su destino con él
Pero había venido, quizás con la esperanza de que él no apareciera y con miedo. No miedo de él, sino de que por primera vez se planteaba que quizás pudiera existir un mundo del que no tuviera que avergonzarse y esconderse de cara a todos cuando estaba con él. Estaba desconcertada porque siempre le había explicado, aceptándolo ella como imperativo categórico, que la sangre de un mestizo era viscosa y deboraba poco a poco la pureza de la magia limpia, se trataba de una especie de veneno del que sólo entrar en contacto sangre limpia, la impura intentaba devorarla y llevarla a la oscuridad... Pero, ¿cuántas veces había ella tocado la sangre de él?, ¿acaso no acababa de limpiarse la sangre que se deslizó por su escote?, más aún, ¿porqué no podía evitar curarle siempre que le veía tan castigado?... Todo ello le llevaba a preguntarse que sí en lo más profundo de su cabeza, sí de verdad le importaba su sangre... Podría haberse ido tantísimas ocasiones que perdió la cuenta, de hecho él se lo escupió para apartarla y ella pese al asco iracundo se había quedado. ¿Existía una fuerza mayor acaso?, ¿siempre la hubo?, ¿nunca podría escapar de esa mortal atracción?, ¿qué ocurriría si ella quisiera escapar?, ¿sí en algún momento quisiera dejarle?, ¿debería creerle cuando le decía que no lo haría?. ¿Había perdido su último billete de escapar del monstruo? y lo más peliagudo del asunto, ¿podía ella resistirse al monstruo?, ¿acabaría consumiéndola?,¿ estaba metida en una inconsciente causa que podría acabar con ella?, ¿qué ocurriría sí se cansaba de ella?, ¿sí apareciera otra loca dispuesta a soñar con él?...Todas y cada una de sus advertencias retumbaron en la cabeza de la chica, "Soy un psicópata Evans" y mira que fue avisada.
Ahí estaba dudando, no atreviéndose a plantarse con su forma humana con la certeza de que fuera menos vergonzoso sí no aparecía y con la franqueza de que sí lo hacía sellaría inevitablemente su destino con él
Invitado
Re: El pasaje de la Ciénega de los Muertos
¿Podía una criatura como yo aspirar a transformarse en algún ser del mundo real, aunque solo fuese para esconderse? Desde luego que no aquel tipo de artificio solo estaba hecho para aquellas personas que todavía tenían un lugar en dicho mundo, yo por mi lado, había aceptado mi lugar de paria hacía tanto tiempo, y ese lugar, estipulaba que sí yo no era de aquel mundo, ¿cómo podía tomar la forma de algo que corriese y respirase sobre él? No había forma alguna de alejarme de mi verdadera naturaleza, de acercarme al mundo real... O eso se había supuesto la muerte, pues ahí estaba, en el mundo real . A sabiendas, sin embargo, que ella sí podía solaparse, en este mundo, y en el otro, y yo lo sabía bien, era por eso que a pesar de la soledad que aquejaba aquel lugar, todavía no me había ido. No obstante, ¿hasta donde llegaba la esperanza de aquella maldición a la que había aceptado someterme, y de buen grado, como para creer que ella podía estar allí así fuese escondida? Pues luego de lo que había parecido una eternidad, en la que me encontraba suspendido sobre uno de sus putrefactos árboles esperando ver una cabellera encendida entre la mortífera neblina, empezaba a entender como se sentían los idiotas que se sentaban en el bar, con la corbata bien amarrada y el ramito de flores recién cortadas en la otra mano (y mira que con el tiempo uno aprende que los que llevan ramito, no llevan galeones para pagar ) y como si aquello no fuese lo suficientemente preocupante, estaba el hecho de que seguía sin estar seguro de como había llegado allí ; ¿cómo si se me había dado la completa oportunidad de huir no estaba yo ya en el rincón más profundo del Himalaya?. Sin embargo, había una pregunta que pesaba más. Una que probablemente ya estaba respondida desde hacía demasiado tiempo. Pues de haber huido, ¿habría resistido la tentación de buscarla de nuevo, de sellar aquel macabro trato que no me permitía mandar al otro mundo a ciertos dos individuos... Solo por tenerlo todo y nada de ella?....
Por el otro lado, estaba ese resquicio de sentido común que me decía, que en primer lugar, no me iban a aceptar en el Himalaya, y en segundo, que probablemente, sí ella aceptaba, era solo para tener un mestizo particular al cual amarrar en un mesa y abrirle las venas para ver como corría la impureza, mientras, claro, ella pintaba el espectáculo. Y finalmente, solo quedaba lo que era más tenebroso, pues: ¿cómo podía a uno no gustarle ese escenario? .
No obstante, ¿sabía ella lo que había hecho al dejarme ir, al no jalarme en el momento justo en el que había puesto mi mano sobre la suya?. ¿Sabía lo que aquel implacable silencio podía hacer extendiéndose por mis articulaciones, electrizando más el escape, solo combatido por el espejismo de una sed que cada vez sentía más lejana? Una sed que solo volvería cuando pasara el efecto de su contacto, de sus palabras, y que despertaba otra disyuntiva más: ¿Había sido suficiente? Y sí no lo había sido, ¿dónde estaba ella? Es más, de ahora en adelante, mientras más adentrara en su órbita, fundiendo mis naves con cada explosión, ¿cuando sería suficiente otra vez? ¿cómo podría salir luego de cada naufragio? El espejismo empezaba a volverse real, demasiado real, previniendo que de ahora en adelante era muy posible que aquella sed jamás tuviese descanso, no existirían treguas, aquel licor suave que había corrido por mis venas al escuchar sus palabras en el baile, querría seguir corriendo, perenne, atando cada segundo del silencio, a los segundos que pudiese escuchar su voz, ¿me declararía prisionero entonces, así de fácil? ¿iba la muerte a dejarse atrapar por la luz... ahora que podía escapar? Me encontraba ya en la base del árbol, con el cigarrillo a medio camino, y había empezado a caminar, cuando el susurro de unas alas altera cada neurona adicta. Sigue caminando, sigue... Y sigo, hasta desaparecer entre los árboles que llevan al Castillo...
O eso creería cualquier cuervo fanático de jugar a la escondidillas una noche como aquella ¿sería capaz el aleteo de seguirme? Sí yo podía seguirla a ella, ¿ella era capaz de seguirme a mí?. Trate de abrir mi mente a aquel lugar, como la hoz que puede sentir cada hilo de alma cercano para cortar Y a pesar de que sabía que su mente era completamente ajena a mi persona, ¿podía percibirla si quiera, como esa órbita luminosa entre la niebla del silencio? ¿podía ser ella? Y simplemente guiado por la intuición, como el idiota del ramo de flores que se levanta para preguntarle al mesonero si no hay alguna terraza donde haya una chica solitaria, me detengo, detrás de un árbol, con el cigarrillo apagado entre los labios, y las yemas de los dedos clavadas en el roble: el monstruo, evitando la huída. La otra mano la tiene la varita apuntando a mi cuello, ¿no era el suicidio una estupenda posibilidad?
- Juguemos en el bosque, mientras el lobo no esta. - ¿intuición? - ¿Lobo está?. - ¿o estupidez? . El encantamiento que convertía mi voz en un eco aciago, se desvanece, y el silencio vuelve a corromper al monstruo, que expectante sigue deteniendo la puerta de la jaula, mientras la muerte prepara su carcajada.
El internet estuvo frito hasta hoy pero, ¿no esperaría usted que cumpliese mi palabra al pie de la letra? no sería dignoaunque fuese inconscientemente (¿?)
Por el otro lado, estaba ese resquicio de sentido común que me decía, que en primer lugar, no me iban a aceptar en el Himalaya, y en segundo, que probablemente, sí ella aceptaba, era solo para tener un mestizo particular al cual amarrar en un mesa y abrirle las venas para ver como corría la impureza, mientras, claro, ella pintaba el espectáculo. Y finalmente, solo quedaba lo que era más tenebroso, pues: ¿cómo podía a uno no gustarle ese escenario? .
No obstante, ¿sabía ella lo que había hecho al dejarme ir, al no jalarme en el momento justo en el que había puesto mi mano sobre la suya?. ¿Sabía lo que aquel implacable silencio podía hacer extendiéndose por mis articulaciones, electrizando más el escape, solo combatido por el espejismo de una sed que cada vez sentía más lejana? Una sed que solo volvería cuando pasara el efecto de su contacto, de sus palabras, y que despertaba otra disyuntiva más: ¿Había sido suficiente? Y sí no lo había sido, ¿dónde estaba ella? Es más, de ahora en adelante, mientras más adentrara en su órbita, fundiendo mis naves con cada explosión, ¿cuando sería suficiente otra vez? ¿cómo podría salir luego de cada naufragio? El espejismo empezaba a volverse real, demasiado real, previniendo que de ahora en adelante era muy posible que aquella sed jamás tuviese descanso, no existirían treguas, aquel licor suave que había corrido por mis venas al escuchar sus palabras en el baile, querría seguir corriendo, perenne, atando cada segundo del silencio, a los segundos que pudiese escuchar su voz, ¿me declararía prisionero entonces, así de fácil? ¿iba la muerte a dejarse atrapar por la luz... ahora que podía escapar? Me encontraba ya en la base del árbol, con el cigarrillo a medio camino, y había empezado a caminar, cuando el susurro de unas alas altera cada neurona adicta. Sigue caminando, sigue... Y sigo, hasta desaparecer entre los árboles que llevan al Castillo...
O eso creería cualquier cuervo fanático de jugar a la escondidillas una noche como aquella ¿sería capaz el aleteo de seguirme? Sí yo podía seguirla a ella, ¿ella era capaz de seguirme a mí?. Trate de abrir mi mente a aquel lugar, como la hoz que puede sentir cada hilo de alma cercano para cortar Y a pesar de que sabía que su mente era completamente ajena a mi persona, ¿podía percibirla si quiera, como esa órbita luminosa entre la niebla del silencio? ¿podía ser ella? Y simplemente guiado por la intuición, como el idiota del ramo de flores que se levanta para preguntarle al mesonero si no hay alguna terraza donde haya una chica solitaria, me detengo, detrás de un árbol, con el cigarrillo apagado entre los labios, y las yemas de los dedos clavadas en el roble: el monstruo, evitando la huída. La otra mano la tiene la varita apuntando a mi cuello, ¿no era el suicidio una estupenda posibilidad?
- Juguemos en el bosque, mientras el lobo no esta. - ¿intuición? - ¿Lobo está?. - ¿o estupidez? . El encantamiento que convertía mi voz en un eco aciago, se desvanece, y el silencio vuelve a corromper al monstruo, que expectante sigue deteniendo la puerta de la jaula, mientras la muerte prepara su carcajada.
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