Aula de Astronomía

Sexto años y contando. Mi paso por el colegio era como el de un fantasma. Poco interactuar a menos de que sea totalmente necesario. Si me estuvieran por colgar a causa de desprecio a la nación pues no tendría ningún problema, había algo en los ingleses que no terminaba de gustarme; podría poner como escusa el gran pasado de guerrillas que Francia e Inglaterra habían tenido desde siempre pero ese no era mi estilo, a mí solo no me caían del todo y ya. Arrastre mis uñas negras por las paredes de la escalera en caracol que me estaba guiando hasta la torre de astronomía, tenía una hora libre que aprovecharía aunque el cielo aún no se encontrase oscuro.

-Tantas jodidas escaleras-murmure para mí misma mientras me remangaba las mangas de la túnica hasta los codos y veía la boca de la entrada a tan pocos pasos, todo mi estrés disminuyo mientras pasaba por las puertas del observatorio. Lleve los hombros atrás y troné mi espalda adolorida por estar casi todo el día recostada contra una de las paredes de la biblioteca, eran frías y bien predispuestas pero no eran un lugar cómodo para dormir.

Mis botas de piel de dragón hicieron mis pisadas resonar por el aula de clase mientras me aflojaba la corbata del uniforme, según tenía entendido el único curso que tendría clase en ese lugar no aparecería hasta bien entrada la noche. Me podría echar una siesta y nadie se daría cuenta, además hasta los prefectos tenían clase por lo que la probabilidad de que me encuentren bajaba hasta un 25%.

Conjure un hechizo silenciador en la habitación y realizando los movimientos adecuados use un  Sonitus Servatum para luego escuchar como dos voces empezaron el sensual ritmo de “Battez Vous”, ese hechizo de sonido era una de las pocas cosas que le agradecía a mi padre por haberme enseñado a base de la incompetencia del mismo para comprarle un IPod como la gente. Me senté en una de las sillas que esparcidas de forma desordenada daban un pequeño aspecto de abandono.

El ritmo subía y bajaba enredando todo el aire con mi dulce lengua natal, mis piernas arrastraron otra silla cercana para poder acomodarme de tal forma que no se me vieran las bragas a causa de la inútil falda que era parte obligatoria del uniforme. El tejón de mi túnica se deslizo levemente mientras una de las hombreras caía para que luego lo volviera a poner en su lugar.

El ritmo iba cayendo levemente a unas notas bajas que me ponían la piel de gallina, “Monsieur je t'aime” y el viento que entraba casi apropósito por las ventanas hacían que mis ojos estuvieran cerrándose. Como extraña Poissy, con su olor a agua y los vientos fríos de las tardes como esta que parecían recuerdos íntimamente ligados con mi infancia, al menos la mejor parte de ella. Las tartas de miel y los chocolates calientes. Lo único que le gustaba de Hogwarts era esa humedad como las mañanas francesas.

-Tal vez tenga algún problema de fanatismo-reí recordando las continuas peleas de Mamá y Papá sobre donde iríamos de vacaciones, pero quien no amaba a su lugar de nacimiento era aquel que rechazaba una parte de sí mismo. Yo misma odiaba mi infancia pero no cambiaría mi ciudad por nada, porque era mía y solo mía hasta que cualquiera diga lo contrario. Había muchos franceses en el colegio pero parecían tan enguantados con la vida inglesa que me preguntaba si tenían estos momentos de melancolía como yo.